Para realizar esta práctica me he basado
en las vivencias de un adolescente conocido, alumno en el instituto donde
realicé mis prácticas. Este alumno se llama Sergio, tiene 16 años y cursa 1º de
Bachillerato.
Si echo la vista atrás, recuerdo que todas
las noches me quedaba dormido mientras mi padre o mi madre me leía un cuento,
no podía ser de otra forma. De este modo, entre todos ellos, no he podido
olvidarme de algunos clásicos como Caperucita
roja de Charles Perrault, El libro de
la selva publicado por Rudyard Kipling, Elmer
de David Mckee, Los tres cerditos, Las tres mellizas, La bella y la Bestia, Manolito
gafotas, entre otros muchos
ejemplares. Además, cuando ya comencé a leer solo, mis padres me regalaron
cuentos como Hansel y Gretel de los
hermanos Grimm, Charlie y la fábrica de
chocolate publicado por Roald Dahl, Fenris,
el elfo de Laura Gallego, etc.
Del mismo modo, cuando empecé la Educación
Secundaria Obligatoria, comencé a leer libros que me asignaban en la asignatura
de Lengua Castellana y Literatura, además de las inmensas lecturas de poemas
que realizaba de forma voluntaria. Así pues, recuerdo que a lo largo de esos
cuatro años y el primer año de Bachillerato leímos algunos ejemplares como El camino de Miguel Delibes, Caperucita en Manhattan de Carmen Martín
Gaite, El Lazarillo de Tormes, El príncipe de la niebla, León Kamikaze, Doña Perfecta, Mira si yo te
querré publicado por Luis Leante, La
casa de Bernarda Alba, y adaptaciones de Romeo y Julieta de William Shakespeare, La Celestina de Fernando de Rojas y Don Quijote de la Mancha de Miguel de Cervantes, etc.
Al considerarme un gran lector, además
todos estos libros, leí algunos de forma voluntaria como Harry Potter, El niño con el pijama de rayas, La sombra del viento y, sobre todo
poemas de Pablo Neruda como “20 poemas de amor y una canción desesperada” o
algunas Rimas de Gustavo Adolfo
Bécquer.
Finalmente, aunque actualmente esté de
moda la lectura digital, debo reconocer que soy más fanático de la lectura en
papel, puesto que me gusta tener guardados todos los libros que me he leído a
lo largo del tiempo y poder acudir a ellos de forma física cuando lo considere
necesario. Para ello, tengo en mi habitación una pequeña estantería, donde
almaceno todos los libros leídos tanto en mi infancia como en mi adolescencia.
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